En las protectoras españolas viven al menos 20.000 perros adoptables
Se recoge un perro o gato abandonado en la calle, en el campo o en polígonos industriales cada cinco minutos
Casi la mitad de los españoles vive con un animal de compañía,
sobre todo perros y gatos. Es más, el 71% de los propietarios de estos
animales reconoce que se comunica regularmente con su mascota, porque
ellos, los animales, siempre le entienden. Un tercio afirma que
considera a su perro o su gato más importante que sus amigos. Y el 75%
de los niños cree que el perro es el animal que más se parece a ellos;
el 25% elige al gato.
Porque la práctica totalidad de estos niños y niñas encuestados están convencidos de que los perros tienen sentimientos, el 90% lo dice de los gatos, y saben que unos y otros son seres inteligentes.
Pero las protectoras recogen a uno de esos perros o gatos cada cinco minutos: en la calle, en medio de la nada, en cualquier nave más o menos abandonada de un polígono industrial, en las proximidades de las zonas de caza.
"Y no es un problema estacional, eso es un mito. El ritmo de recogida de animales por parte de las protectoras de todo el país es semejante cada cuatrimestre.
Tenemos un problema de vínculo", resume Isabel Buil, directora de la Fundación Affinity, que financia una cátedra en la Universitat Autònoma de Barcelona que investiga sobre esos vínculos y los beneficios que producen las mascotas en la salud humana.
"Las razones para abandonar que se aducen ante las protectoras, que es lo que hemos podido analizar, son de una enorme variabilidad, pero la más frecuente, apenas el 16% de las respuestas, son las razones económicas.
La segunda, camadas no deseadas, sobre todo entre los gatos en primavera".
Luego hay problemas de comportamiento (12%) o que terminó la temporada de caza y aquel perro ya no tiene utilidad ni beneficio.
Y otro grupo, casi un 10%, confiesa que perdió todo interés en el bicho.
"Seguimos pensando que uno de los principales problemas que se encuentra en la raíz de este comportamiento es que casi la mitad de los perros y más de un tercio de los gatos llegan a casa como un regalo: de los padres, de los amigos...", apunta Buil.
Claro, no es fácil comprometerse a educar un regalo, ni pasearle varias veces al día, ni preguntarse por sus necesidades, ni saber que junto con el monísimo perrito o gatito se acepta una convivencia de diez o quince años.
"Hemos mejorado, aunque estemos a mucha distancia de otros países próximos", admite la directora de la Fundación Affinity.
Por ejemplo, llegan a las protectoras más animales con su chip obligatorio: el 80% de perros lleva chip, pero en los de la protectora no más del 30%. Al menos, así pueden encontrar a algunos dueños: el 17% de los recogidos en el 2014 fueron devueltos a sus familias, se acabó pronto el pánico a estar perdidos.
Una proporción parecida, 16%, lleva años en la protectora que se hizo cargo de cuidarlos, darles de comer, sanarles sus heridas y, en la medida que pudieran sus voluntarios, pasearlos. Y hasta achucharlos.
Las historias de las protectoras, públicas, subvencionadas o privadas, encogen el corazón siempre. Menos de la mitad de esos 140.000 animales recogidos fueron adoptados en el 2014 (44%). "Porque apenas una de cada diez familias que deciden tener una mascota piensa en la adopción", explica Isabel Buil. "Ahora puede haber en España no menos de 20.000 perros adoptables".
En la protectora de Manresa, Aixopluc, una entidad de voluntarios y sin subvención, viven en estos momentos unos 70 perros y 135 gatos. Esta semana se van unos cuantos a Alemania, donde tienen organizaciones amigas que cada año se llevan parte de los abandonados de la zona.
"Unos 45 o 50 emigran y unos 240 se van a vivir a casas de toda Catalunya", explica Rafaela González, directora de una empresa de artes gráficas de día y directora de la protectora el resto del tiempo. "Pero se van 7 y entran 15", aclara.
Algunos de sus recogidos provienen de detenciones de la policía local: perros requisados a sus dueños por no tenerlos en condiciones, sobre todo con etiqueta PPP (siglas de perros potencialmente peligrosos). Los PPP están en una zona determinada, la mayoría solos en su perrera. "Y muchos de nuestros cursos para educar perros los hacemos con ellos. Son unos mimosos, sumisos, cachos de pan con un aspecto temible y mucha mala prensa", explica la profesora Maribel Vila, que hace cursos con alumnos muy especiales: internos con parte de la pena cumplida de la cárcel de Lledoners, en Sant Joan de Vilatorrada o adolescentes de centros tutelados.
"Es un aprendizaje mutuo: los perros aprenden a comportarse, a caminar a su lado, a obedecer, a sentirse queridos; ellos aprenden, además de una profesión, a tener paciencia, a tolerar frustraciones, a empatizar. Al final del curso uno de los grupos tuvo que hacer un vídeo de un minuto explicando las virtudes del perro que habían educado en las doce semanas de clase. Era emocionante, esos tipos con pinta de malotes pidiendo para estos perros una segunda oportunidad".
Con los adolescentes tutelados las consecuencias positivas han llegado a los vecinos. "Sacaban a pasear a los perros a unos jardines junto al centro donde vivían y allí se encontraban con otros niños que también iban al parque. Los perros hicieron de puente, esos chicos pudieron explicarles a los otros cómo se educa bien a un animal. Y de paso pudieron conectar con esos perros que a veces tenían problemas parecidos a los suyos", apunta Isabel Buil. De nuevo perros puente, esta vez con uno mismo.
Estos seres inteligentes y sensibles que empiezan a poblar hospitales y cárceles también prueban su efecto en una residencia de ancianos de Poblenou. "Allí funcionan especialmente bien los gatos, porque hacen mucha compañía". Gatos y perros tuvieron igualmente un efecto inesperado: ahora van más visitas a estar un rato con los residentes.
Porque la práctica totalidad de estos niños y niñas encuestados están convencidos de que los perros tienen sentimientos, el 90% lo dice de los gatos, y saben que unos y otros son seres inteligentes.
Pero las protectoras recogen a uno de esos perros o gatos cada cinco minutos: en la calle, en medio de la nada, en cualquier nave más o menos abandonada de un polígono industrial, en las proximidades de las zonas de caza.
"Y no es un problema estacional, eso es un mito. El ritmo de recogida de animales por parte de las protectoras de todo el país es semejante cada cuatrimestre.
Tenemos un problema de vínculo", resume Isabel Buil, directora de la Fundación Affinity, que financia una cátedra en la Universitat Autònoma de Barcelona que investiga sobre esos vínculos y los beneficios que producen las mascotas en la salud humana.
"Las razones para abandonar que se aducen ante las protectoras, que es lo que hemos podido analizar, son de una enorme variabilidad, pero la más frecuente, apenas el 16% de las respuestas, son las razones económicas.
La segunda, camadas no deseadas, sobre todo entre los gatos en primavera".
Luego hay problemas de comportamiento (12%) o que terminó la temporada de caza y aquel perro ya no tiene utilidad ni beneficio.
Y otro grupo, casi un 10%, confiesa que perdió todo interés en el bicho.
"Seguimos pensando que uno de los principales problemas que se encuentra en la raíz de este comportamiento es que casi la mitad de los perros y más de un tercio de los gatos llegan a casa como un regalo: de los padres, de los amigos...", apunta Buil.
Claro, no es fácil comprometerse a educar un regalo, ni pasearle varias veces al día, ni preguntarse por sus necesidades, ni saber que junto con el monísimo perrito o gatito se acepta una convivencia de diez o quince años.
"Hemos mejorado, aunque estemos a mucha distancia de otros países próximos", admite la directora de la Fundación Affinity.
Por ejemplo, llegan a las protectoras más animales con su chip obligatorio: el 80% de perros lleva chip, pero en los de la protectora no más del 30%. Al menos, así pueden encontrar a algunos dueños: el 17% de los recogidos en el 2014 fueron devueltos a sus familias, se acabó pronto el pánico a estar perdidos.
Una proporción parecida, 16%, lleva años en la protectora que se hizo cargo de cuidarlos, darles de comer, sanarles sus heridas y, en la medida que pudieran sus voluntarios, pasearlos. Y hasta achucharlos.
Las historias de las protectoras, públicas, subvencionadas o privadas, encogen el corazón siempre. Menos de la mitad de esos 140.000 animales recogidos fueron adoptados en el 2014 (44%). "Porque apenas una de cada diez familias que deciden tener una mascota piensa en la adopción", explica Isabel Buil. "Ahora puede haber en España no menos de 20.000 perros adoptables".
En la protectora de Manresa, Aixopluc, una entidad de voluntarios y sin subvención, viven en estos momentos unos 70 perros y 135 gatos. Esta semana se van unos cuantos a Alemania, donde tienen organizaciones amigas que cada año se llevan parte de los abandonados de la zona.
"Unos 45 o 50 emigran y unos 240 se van a vivir a casas de toda Catalunya", explica Rafaela González, directora de una empresa de artes gráficas de día y directora de la protectora el resto del tiempo. "Pero se van 7 y entran 15", aclara.
Algunos de sus recogidos provienen de detenciones de la policía local: perros requisados a sus dueños por no tenerlos en condiciones, sobre todo con etiqueta PPP (siglas de perros potencialmente peligrosos). Los PPP están en una zona determinada, la mayoría solos en su perrera. "Y muchos de nuestros cursos para educar perros los hacemos con ellos. Son unos mimosos, sumisos, cachos de pan con un aspecto temible y mucha mala prensa", explica la profesora Maribel Vila, que hace cursos con alumnos muy especiales: internos con parte de la pena cumplida de la cárcel de Lledoners, en Sant Joan de Vilatorrada o adolescentes de centros tutelados.
"Es un aprendizaje mutuo: los perros aprenden a comportarse, a caminar a su lado, a obedecer, a sentirse queridos; ellos aprenden, además de una profesión, a tener paciencia, a tolerar frustraciones, a empatizar. Al final del curso uno de los grupos tuvo que hacer un vídeo de un minuto explicando las virtudes del perro que habían educado en las doce semanas de clase. Era emocionante, esos tipos con pinta de malotes pidiendo para estos perros una segunda oportunidad".
Con los adolescentes tutelados las consecuencias positivas han llegado a los vecinos. "Sacaban a pasear a los perros a unos jardines junto al centro donde vivían y allí se encontraban con otros niños que también iban al parque. Los perros hicieron de puente, esos chicos pudieron explicarles a los otros cómo se educa bien a un animal. Y de paso pudieron conectar con esos perros que a veces tenían problemas parecidos a los suyos", apunta Isabel Buil. De nuevo perros puente, esta vez con uno mismo.
Estos seres inteligentes y sensibles que empiezan a poblar hospitales y cárceles también prueban su efecto en una residencia de ancianos de Poblenou. "Allí funcionan especialmente bien los gatos, porque hacen mucha compañía". Gatos y perros tuvieron igualmente un efecto inesperado: ahora van más visitas a estar un rato con los residentes.
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